Durante años sobre tu escritorio. Nuestra foto. La tomé con cuidado y la llevé conmigo a la sala. Un día feliz a la salida del registro civil. Uno de nuestros amigos inmortalizó aquel primer beso de recién casados. Tú y yo. Jóvenes. Con toda una vida y todos nuestros apanas esbozados sueños en espera, confiando en un futuro que se nos antojaba perfecto.
La promesa de una vida en común no incluía esta vejez solitaria, el uno sin el otro.
Era ahora que disfrutaríamos de viajes y románticas cenas a la luz de la luna. Era tiempo de pensión, nuestro tiempo. Libres al fin de exigencias.
En lugar de eso, hoy visité una vez más tu tumba, donde ya crece la hierba. Unos meses, tan solo unos meses…
…Y ahora estoy aquí. Desechando viejos muebles y llenando cajas de cartón con algunos recuerdos. Lo poco que llevaré conmigo.
Afuera la lluvia ha cesado y un último rayo de sol ilumina mi ventana. Atardece.
Con letras grandes escribo: “LIBROS Y FOTOS: CONSERVAR”. Una lágrima cae entre dos letras y crea una mancha caprichosa, con forma de corazón.
Y entonces sonrío porque, aunque no estás aquí, también estás aquí.
Elizabeth Solhjem
2020